Janesca Sánchez trabaja como repartidora de comida para poder llegar a fin de mes, Roger Caballero cuida ancianos y Dehmane Bouchra ha trabajado durante años en todo lo que ha podido, limpiando casas o en la cocina de un restaurante, nada que ver con su formación.
Aunque en la práctica poco tienen en común, los tres comparten algo muy importante: un sueño, el de poder ejercer su profesión en España. Tanto Janesca como Roger son médicos, mientras que Bouchra es fisioterapeuta.
“Vienes con la idea de que en algún momento trabajarás dedicándote a tu profesión, pero cuando llegas y te ves en esta situación se te rompe un poco el ego”, cuenta Roger, un hondureño que voló a España hace tres años y se dio de bruces con la realidad.
A su llegada no encontró oportunidades, sino burocracia y complicaciones. Lo primero fue regular el permiso de residencia, sin eso su estatus estaba en un limbo que no le permitía trabajar, después la homologación y colegiarse para poder trabajar en un hospital. En resumen, un proceso que tarda años y acaba en la frustración de los sanitarios extranjeros.
Probó suerte durante la pandemia, cuando el país se encontraba falto de personal sanitario. La desesperación llevó al Gobierno español a permitir excepciones y algunos centros privados hicieron la vista gorda. Aún sin tener la homologación, Janesca pudo trabajar como médico en una residencia de ancianos.
Una oportunidad que tenía los días contados. “Cuando terminó el estado de alarma y empezó la desescalada, como no tenía el título homologado me dijeron que no me necesitaban y me despidieron”, asegura.
“Me sentí muy mal después de haberles apoyado tanto durante los meses más difíciles, con estrés y una cantidad enorme de personas infectadas. Nos utilizaron durante dos meses y tras el pico de la pandemia nos despidieron”, añade la médico venezolana.
Estuvo un mes enviando su currículum a distintas residencias de ancianos, pero nadie la llamaba, así que decidió empezar como repartidora de comida para Uber y Glovo.
En la práctica, se priorizaron unos expedientes frente a otros sin explicaciones, ni motivo aparente. “Tengo compañeros que iniciaron la solicitud a la misma vez que yo y tuvieron la suerte de entrar en el lote de homologaciones exprés. Yo tenía la esperanza de que durante ese tiempo saliese mi expediente, pero no fue así y en junio cesaron el procedimiento”, lamenta Janesca.
Por su parte, Roger intentó ayudar de forma voluntaria: “envié correos para ver si podía haber alguna oportunidad, al menos para tener experiencia y ayudar a descongestionar un poco, pero siempre obtuve negativas, sin papeles no podía”.
En ese punto coinciden ambos, a pesar de las negativas han decidido no rendirse: “Si me vuelven a contratar como médico diría que sí, aunque considero que juegan con la necesidad de los extranjeros”, señala la venezolana.
El país está por debajo de los estándares europeos en cuanto a número de enfermeros por habitante. Mientras otros países como Dinamarca cuentan con 17 de estos profesionales por cada 1.000 habitantes, en España la cifra se reduce drásticamente hasta cuatro.
Unos datos que lo sitúan como uno de los países de Europa con menos personal de este tipo. Más de 8.000 enfermeros españoles trabajan actualmente en el extranjero según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona y alrededor de 2.500 médicos se marcharon de España tan solo en 2019.
Aunque en la práctica poco tienen en común, los tres comparten algo muy importante: un sueño, el de poder ejercer su profesión en España. Tanto Janesca como Roger son médicos, mientras que Bouchra es fisioterapeuta.
“Vienes con la idea de que en algún momento trabajarás dedicándote a tu profesión, pero cuando llegas y te ves en esta situación se te rompe un poco el ego”, cuenta Roger, un hondureño que voló a España hace tres años y se dio de bruces con la realidad.
A su llegada no encontró oportunidades, sino burocracia y complicaciones. Lo primero fue regular el permiso de residencia, sin eso su estatus estaba en un limbo que no le permitía trabajar, después la homologación y colegiarse para poder trabajar en un hospital. En resumen, un proceso que tarda años y acaba en la frustración de los sanitarios extranjeros.
“Nos utilizaron y nos despidieron”
Recién graduada de la carrera de medicina, Janesca salió de Venezuela en octubre de 2018 y nada más pisar España comenzó los trámites para homologar su título. Un proceso “cada vez más lento”.Probó suerte durante la pandemia, cuando el país se encontraba falto de personal sanitario. La desesperación llevó al Gobierno español a permitir excepciones y algunos centros privados hicieron la vista gorda. Aún sin tener la homologación, Janesca pudo trabajar como médico en una residencia de ancianos.
Una oportunidad que tenía los días contados. “Cuando terminó el estado de alarma y empezó la desescalada, como no tenía el título homologado me dijeron que no me necesitaban y me despidieron”, asegura.
“Me sentí muy mal después de haberles apoyado tanto durante los meses más difíciles, con estrés y una cantidad enorme de personas infectadas. Nos utilizaron durante dos meses y tras el pico de la pandemia nos despidieron”, añade la médico venezolana.
Estuvo un mes enviando su currículum a distintas residencias de ancianos, pero nadie la llamaba, así que decidió empezar como repartidora de comida para Uber y Glovo.
Homologaciones exprés
Como Janesca, el médico hondureño pensó que durante la pandemia los trámites podrían agilizarse. El Gobierno central anunció que contrataría de manera urgente a inmigrantes con perfil sanitario. La idea era facilitar y agilizar el proceso de homologación para inyectar cientos de profesionales sanitarios y paliar la falta de personal en un momento crítico.En la práctica, se priorizaron unos expedientes frente a otros sin explicaciones, ni motivo aparente. “Tengo compañeros que iniciaron la solicitud a la misma vez que yo y tuvieron la suerte de entrar en el lote de homologaciones exprés. Yo tenía la esperanza de que durante ese tiempo saliese mi expediente, pero no fue así y en junio cesaron el procedimiento”, lamenta Janesca.
Por su parte, Roger intentó ayudar de forma voluntaria: “envié correos para ver si podía haber alguna oportunidad, al menos para tener experiencia y ayudar a descongestionar un poco, pero siempre obtuve negativas, sin papeles no podía”.
En ese punto coinciden ambos, a pesar de las negativas han decidido no rendirse: “Si me vuelven a contratar como médico diría que sí, aunque considero que juegan con la necesidad de los extranjeros”, señala la venezolana.
Éxodo masivo de sanitarios españoles
España ni aprovecha el talento, ni lo retiene. Unos 20.000 profesionales sanitarios españoles se han visto forzados a marcharse fuera del país para trabajar. Denuncian contratos “basura” por horas, recortes y malas condiciones económicas.El país está por debajo de los estándares europeos en cuanto a número de enfermeros por habitante. Mientras otros países como Dinamarca cuentan con 17 de estos profesionales por cada 1.000 habitantes, en España la cifra se reduce drásticamente hasta cuatro.
Unos datos que lo sitúan como uno de los países de Europa con menos personal de este tipo. Más de 8.000 enfermeros españoles trabajan actualmente en el extranjero según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona y alrededor de 2.500 médicos se marcharon de España tan solo en 2019.